¿Y TÚ QUIÉN ERES?

by - lunes, noviembre 19, 2018

Autor: Leo Obama
Texto publicado originalmente en Historias Cercanas.

La última vez que estuve con él fue hace quince años, no le recordaba tan viejo, tan malogrado. Quizás siempre había sido viejo, quizás yo al estar siempre junto a él nunca me di cuenta de lo mayor que era ya, pero el tiempo que he pasado lejos de él me ha hecho darme cuenta de lo mayor que está.

Había llegado dos días atrás después de estar exiliado durante 15 años, un exilio voluntario en busca de oportunidades y una vida que en aquel entonces mi entorno no podía brindarme.


Nadie quiso contarme lo que pasaba, yo le echaba de menos y quería verle.
Durante mi exilio, uno de los recuerdos que siempre me venían a la mente era de cuando tenía 8 años y me montaba en la parte trasera de su bicicleta como bulto, la llamaba Big China, no sé si era la marca o era el nombre que él la había puesto, pero fue durante toda mi infancia el único vehículo que tenía mi padre, y con la "Big China" íbamos a muchas partes, principalmente la usaba para irnos a la finca.
15 años, para algunos mucho tiempo, para otros quizás no tanto. Pero para mí fue suficiente tiempo para ver que mi padre, el que antes era mi superhéroe se había vuelto ahora en esa persona que...

Como no tenía dónde quedarme, mi hermano mayor que vino a por mí al aeropuerto me ofreció quedarme en su casa durante las dos semanas que iba a estar en Malabo. Yo acepté por cortesía, tampoco quería estorbarles. A la mañana siguiente mi madre con la mujer de mi hermano pequeño y mis hermanas prepararon un banquete de bienvenida, iba a ser una sorpresa pero la más pequeña de mis hermanas se fue de la lengua y me enteré, aunque luego fingí no saber nada. 
En el banquete estaban todos mis hermanos, mis hermanas con sus maridos y sus muchos hijos, la familia había aumentado considerablemente en 15 años.

Mi hermano y yo cogimos su viejo Renault Chamade rojo y dimos vueltas por la ciudad, enseñándome los cambios que se habían producido y jactándose de lo bien que el gobierno había hecho las cosas... 
Sobre las 14h me dijo que teníamos que ir a ver a los "viejos" como siempre les llamaba cuando le preguntaba por teléfono cómo estaban... "Los viejos están bien".
Llegamos a casa de mis padres y nadie nos abría a pesar de golpear fuerte e insistentemente, entonces mi hermano sacó la llave de emergencias que llevaba y abrió la puerta, nadie en el salón, nadie en la terraza , ¿qué había pasado? ¿Donde se han metido todos? 
Y... SORPRESAAAA!!!! Aparecieron todos de la nada, a los más pequeños ni les conocía, fui abrazándoles como pude hasta llegar a mi madre, a la que besé y abracé como si de una virgen santa se tratase.
    --¿Y papa?¿ Donde está papá?
Se hizo un silencio que me partió el alma, mi madre apenas pudo contestarme, fue mi hermano el que me contestó...
    --Vamos, ven conmigo, está acostado...
Llegamos a la habitación, y allí estaba mi padre. Nunca tan frágil  antes le había visto... Se me estremeció el alma. Aquel hombre había sido mi superhéroe y no quería borrar esa imagen de mi mente. 
Mi padre alto y fuerte que con su Big China se hacía 20 kilómetros conmigo de bulto, era ya un anciano obligado por la enfermedad... ¿Cómo es posible que le haya pasado esto a mi padre, a ese hombre fuerte que no le tenía miedo a nada?

Mi hermano que siempre había sabido escoger los momentos salió de la habitación dejándome a solas con nuestro padre. Yo seguía mirándolo cuando se movió lentamente y abrió los ojos. Su mirada perdida me penetró hasta el alma y pude ver el miedo en su cara, un miedo de aquel que no reconoce a quien tiene al lado, se puso nervioso, intentó incorporarse, pero el cuerpo no respondió a lo que el cerebro mandaba. Yo intentaba que se calmara... 
   --Papá soy yo Nguema --mientras le acariciaba la cabeza y pretendía que se tranquilizara. Finalmente rendido se quedó quieto con la mirada en algún lugar... Repitió mi nombre "Nguema" y se durmió otra vez. 
Salí de la habitación con sentimientos confusos, no sabía si me había reconocido o no. Me fui directo a mi madre y la abracé de nuevo.
  --¿Cuánto hace que papá está así? 
A mi madre se le escapó una lágrima, intentó atraparla parpadeando pero esa bajó con más ahínco en su mejía. 
  -- Desde el año pasado. Después de esas palabras mi madre no pudo contenerse y un caudal de lágrimas inundó sus ojos tristes como nunca antes había visto. La abracé de nuevo. 

  --Ya estoy aquí mamá, ya estoy aquí, todo va a estar bien, papá se pondrá mejor. 
No sé porqué dije aquellas palabras, quizás por el instinto de aquel que quiere calmar la situación o porque creía que con mi sola presencia mi padre se recuperaría, o porque me sentía culpable de haber estado fuera del país y fuera de casa 15 largos años. 
El resto del día transcurrió con normalidad, mis hermanos lo llevaban mejor que yo, quizás porque ellos llevaban más tiempo conviviendo con mi padre en esas condiciones o porque yo hasta entonces no sabía cómo afectaba el Alzheimer  y no había vivido sus efectos de cerca.

Mi padre se despertó dos horas más tarde, sobre las 17h mis hermanas le pusieron en la silla de ruedas y le acercaron al salón, mis sobrinos salieron corriendo hacia él...
--Abuelo, abuelo... Vi una enorme sonrisa en su cara, le hacía feliz ver a tanta gente en casa, le gusta estar rodeado de sus nietos. 
Yo no quise acercarme por la experiencia que había tenido en la habitación con él. Los niños se quedaron con él en la terraza mientras nosotros terminábamos de recoger la mesa.
Minutos después vino mi sobrina Nerea que tendría unos 4 años. Vino a la cocina con cara de circunstancias... 
  -- Mamá que el abuelo me ha vuelto a preguntar quién soy... Y le he tenido que explicar que soy su nieta...
  --Bien hecho Nerea, cuando le pase eso al abuelo hay que explicarle todo, ¿vale? 
  --Mmm, vale mamá.

Por la noche me acerqué a hablar con mi padre, al final decidí quedarme en casa de mis padres así podía estar con ellos más tiempo y recuperar aunque no fuera lo mismo, el tiempo perdido.
Mi madre le había preparado puré y cuando iba a dárselo le pedí que me dejara hacerlo, a mi padre se le había olvidado cómo se utilizaban los cubiertos.
Cuando me vio aparecer con el plato de puré se puso contento, se lo di con todo el amor y toda la paciencia del mundo. Me levante para llevar los platos a la cocina y entonces le oí decir: 
-- Eres mi hijo, mi hijo Nguema.
-- Sí papá soy yo, soy Nguema he vuelto... Le di el abrazo más grande del que había dado en mi vida y él, a su manera correspondió al abrazo. Mi madre que estaba sentada al otro lado viendo la escena se echó a llorar, bien por la alegría o por el dolor... Fue un instante, un instante que me sirvió a mí para volver a sentir a mi padre como aquel hombre que fue.
Pusimos su programa favorito en la tele, se reía por lo que veía. 
Mi madre me explicó que él veía ese programa todas las noches antes de dormir.

Cuando le llevé a la cama visiblemente cansado, me miró y pude ver la alegría en sus ojos. 
Tuve toda la noche para hablar con mi madre, me contó el deterioro que había sufrido mi padre en apenas un año de enfermedad y la dificultad que tenían para acceder a la medicación. 

A la mañana siguiente en el desayuno, mi padre me miró a los ojos y me preguntó: ¿Y TÚ QUIÉN ERES?
--Es tu hijo, Nguema.
--¿Mi Hijo? Me miró a la cara y pareció no reconocerme.

Mi padre fue perdiendo la memoria poco a poco y perdió casi todos sus recuerdos, pero nunca se olvidó de mi madre a la que llamaba cariñosamente "Tata"

En memoria de todas esas personas que sufren Alzheimer y de sus familiares, mucha fuerza y ánimos. No dejéis de darles cariño a vuestros enfermos.


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2 comentarios

  1. Intrigado, desgarrado y dolorido, reflexivo, reflejado, culpable, aliviado y no sé cuántos sentimientos más he tenido mientras leía el texto. Gran relato Leo. Tuve una sensación parecida tras regresar a casa después de 6 años.Si bien no fue con el Alzeimer, no dejó de ser chocante.Gracias!

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  2. Gracias por compartir tu experiencia, Miguel!

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