ÁFRICA, PERDIDA ENTRE OCCIDENTE Y ORIENTE: Cuestión de identidad.

by - viernes, octubre 19, 2018

Autor: Gerardo Ondo
Texto publicado originalmente en Ondo Micha Reflexiones.

En un mundo globalizado como el que nos ha tocado vivir no se puede negar la interdependencia de las naciones, como no puede ser de otra manera, África también está y debe formar parte de dicho círculo. Para desgracia de algunos países, en las relaciones entre países siempre sale beneficiado el más potente. Resulta ingenuo y ciertamente peligroso, diría yo, creer que a estas alturas del siglo XXI exista ayuda desinteresada de un país a otro; puede admitirse que un país busque sus intereses a cambio de la ayuda que ofrece al otro, que los países se mueven por intereses es un secreto a voces, pero la responsabilidad de velar por las condiciones y el precio de la ayuda que recibe recae completamente en el estado endeudado.


Existe un debate en curso sobre la eficacia de la ayuda externa para el desarrollo económico de África. Una cosa es obvia: los resultados no son exactamente los que África ha esperado, y las razones no son exageradas. Dambisa Moyo afirma en su libro Dead Aid que si bien la ayuda extranjera que se ocupa de las necesidades humanitarias causadas por la sequía y el conflicto es útil, la mayor parte de la ayuda brindada a los países africanos es bastante dañina. Esto nos conduce a una cuestión que es inevitable, la cuestión de identidad.
El ex primer ministro británico Lord Palmerston dijo: ”No existen países amigos…. sino interés”. África ya debería tener la madurez suficiente para decir ”NO” a ciertas ayudas cuando entiende que el precio a pagar sería desproporcionado o excesivo. Ningún país ofrece ayuda gratuita, es un juego de intereses. En el año 2013, comenzó un nuevo conflicto en la República Centroafricana cuando una coalición de rebeldes predominantemente musulmanes llamada Seleka derrocó al gobierno y las milicias mayoritariamente cristianas conocidas como los antibalaka se levantaron para combatir. Francia mandó un contingente militar con el pretexto de ayudar a mantener el orden en el país africano pero luego entregó el mando de las operaciones a las Naciones Unidas; meses más tarde se une Rusia después de firmar acuerdos de ayuda y cooperación con el gobierno centroafricano. En cuestión de meses Rusia firmó acuerdos de venta de armamento y explotación de yacimientos mineros con Centroáfrica con unos beneficios exorbitantes; mientras que la presencia de Francia se justifica por la necesidad de su grupo de energía nuclear Areva de explotar el yacimiento de uranio Bakouma en el sur de la República Centroafricana.
En Zambia las empresas anglo-americanas se han adueñado de gran parte de los yacimientos mineros tras haber firmado contratos de ayuda al país africano. Por su parte, China lleva años explotando a su manera y desmesuradamente a los países africanos con el pretexto de ofrecer ”ayuda” o préstamos donde un 90% de esos préstamos regresa al país de origen, China. Los contratos se dan mayoritariamente a empresas chinas, y estas deben traer un número considerado de empleados, que, en muchas ocasiones proceden de zonas rurales de China y tienen pocas posibilidades de trabajar en China. En casi todos esos contratos, China se reserva el derecho a apropiarse de fuentes de ingresos estratégicos del país endeudado, tales como: puertos, aeropuertos, yacimientos mineros, de petróleo y gas. En líneas generales, es una trampa mortal si se tiene en cuenta que muchos países africanos no están ni estarán en condiciones de devolver esa deuda. Y uno se pregunta, entonces, ¿qué? , sencillo, pasa lo que tiene que pasar, embargo de principales fuentes de ingreso que tiene el país como es el caso de Sri Lanka, cuyo puerto principal ya ha sido embargado por China para los próximos 90 años ante la imposibilidad de devolver la deuda.

Yo siempre he pensado que el mayor desafío que tiene África ahora es tratar de encontrar su posición en el escenario socio-económico internacional, sin descartar el ámbito político. África es un campo de juego donde el mundo compite y un lugar que con demasiada frecuencia no cumple con las expectativas. Saber lo que somos, lo que queremos, y hacia dónde nos queremos dirigir es el desafío que África debe hacer frente. África no puede seguir siendo el cebo que utilizan occidente y oriente para influenciar y dominar el mundo, moverse por que ahora la ayuda viene de Estados Unidos, UE, Rusia o China.
Urge la necesidad de crear una identidad propia, tener algo que ofrecer te hace fuerte, te hace proponer y que tu opinión sea importante. Si el continente africano no encuentra ese punto de equilibrio, de pararse, moverse por sí mismo, decidir con quién firmar acuerdos y qué tipo acuerdos firmar en función de lo que nos beneficia o no, será imposible crear ese espacio que nos defina en medio de la comunidad internacional. Estar entre los intereses de Occidente, China y Rusia te somete constantemente al amo de turno, quien ”ofrece” tiene poder sobre ti, y en parte tu identidad es moldeada y condicionada por lo que quiere el amo. Es inaceptable que África viva en una constante montaña rusa en su política económica.
Los países africanos deben hacer de la tecnología y la innovación una prioridad estratégica desde el punto de vista de una visión del mundo que África puede inventar e innovar, y deben hacerlo para liberarse del dominio opresivo de la globalización. 
¿Por qué no fabricar sus propios teléfonos móviles o innovar basándose en el teléfono celular original? Al hacerlo, los países africanos deben entender que realmente no existe la “transferencia de tecnología”. Ninguna nación transferirá voluntariamente sus conocimientos tecnológicos a otros porque ese conocimiento es la base de la ventaja competitiva. Las naciones industrializadas pueden, en el mejor de los casos, dar a los países en vía de desarrollo una visión poco profunda de sus conocimientos técnicos, e incluso en el contexto de acuerdos de inversión extranjera en los que los países desarrollados que albergan flujos de inversión extranjera directa negocian hábilmente y aseguran dichos acuerdos, y cuentan con expertos, fuerzas de trabajo para absorber y expandir dicha destreza.
La identidad propia nos daría esa capacidad de crear, innovar, de decidir lo que queremos a partir de nuestros propios recursos, esto, muy al pesar de Occidente y Oriente daría a África el poder de decir su destino y su estilo de vida, libre de la coacción que impone el que trae la "ayuda". Es el horizonte al que hay que mirar, lejos de ayudas y préstamos, independientes y libres de coacciones; esa independencia es un arma poderosa, este es el continente que quieren ver los africanos.
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